La sociedad está en vilo a raíz del juicio a los ocho rugbiers,
acusados de asesinar al joven Fernando Báez Sosa, hace tres años, en un local
de esparcimiento nocturno en Villa Gessel. Cada día, a través de los medios de
comunicación, se observan las distintas alternativas del juicio, así como el
pedido general de justicia y castigo a los autores del crimen, como de otros
similares, donde interviene la violencia en forma poder y discriminación.
El profesor Nicolás Pontaquarto, integrante
del equipo de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de Género en
Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la
provincia de Buenos Aires fue entrevistado por un abordaje de esta situación a través de los conceptos de masculinidades.
-¿Qué mirada se puede hacer desde las masculinidades ante un hecho tan terrible, como es la agresión seguida de muerte por parte de un grupo de jóvenes?
Desde la perspectiva de género y con el enfoque de
masculinidades, hay que despatologizar estas narrativas en relación a estos
varones, calificados como “monstruos” y “enfermos”, que nada tienen que ver con
la construcción de la masculinidad, entendida como algo histórico, político,
cultural que va cambiando a lo largo del tiempo. Esta sociedad nos educa a los
varones para ejercer la violencia, que aparece como una herramienta válida para
relacionarnos, no sólo sobre otros cuerpos, sino también para recibir
violencia.
Pensando en el ámbito deportivo, por ejemplo, en el rugby
hay rituales de iniciación en los vestuarios para ver si te la bancás, porque
para pertenecer a ese grupo de machos hay que demostrar virilidad, fortaleza,
no hay que llorar, hay que ser fuerte. Son pruebas que tienen que ver con la
construcción de la masculinidad. Estos individuos no son unos loquitos, unos
enfermos, o varones aislados, sino que, al ver su trayectoria de vida, de
acuerdo a lo que se escucha durante el juicio, estas golpizas brutales y
organizadas venían sucediendo en su localidad, en Zárate. Es una práctica
habitual que sucede en la salida de los boliches, grupos de varones que se
organizan para golpear y causar daño.
Algo que tiene que ver con el varón ejerciendo el poder de
la violencia, es el no registro del efecto que se produce en el cuerpo de otras
personas y aparecen discursos como el ‘no sé por qué lo hice’, ni tampoco de la
trayectoria de vida de los varones, donde la violencia aparece casi como un
medio para resolver conflictos.
Es lo que se busca problematizar cuando se habla de
deconstruir las masculinidades, pensar la ligazón entre la masculinidad y la
violencia y habilitar otras construcciones posibles. Por eso hablamos en
plural, masculinidades, otras formas de ser varón y que es importante
promoverlas.
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Nicolás Pontaquarto |
- ¿Qué pasa en la sociedad que naturaliza estos ejercicios de la violencia, el hecho que los hombres nos juntemos, nos emborrachemos y ataquemos a alguien?
Se ve como algo natural y además, muchas veces se espera
esto de los varones, que tengamos los pantalones puestos, que tomemos las
decisiones, que tengamos claridad y respondamos con certeza ante determinadas
situaciones. Que nos carguemos en la espalda como si tendríamos que poder con
todo. Se habla de nuestros privilegios, pero es algo que tiene costos.
En este caso, el costo es la pérdida de la vida de Fernando
Báez Sosa, el asesinato por parte de este grupo de varones, pero hay otros
costos como la morbimortalidad por factores externos, accidentes de tránsito,
consumo problemático de sustancias, suicidios que los varones triplicamos con
respecto a las mujeres. Todas estas causas tienen que ver con la construcción
de la masculinidad y con prácticas que se legitiman o se validan.
Por ejemplo, cuando un hombre contrae el VIH, no asiste al
sistema de salud, al menos que esté quebrado, roto y en las últimas. Esto es
porque nos mostrarnos invulnerables, fuertes, sin fisuras. Hay que pensar que
esta forma hegemónica de ser macho, implica también vulneración, discriminación
y humillación contra otras identidades; la masculinidad dentro de posiciones
jerárquicas, el varón más hetero, más normativo, respecto a otro varón que es
gay, que tiene relaciones con otros varones. Se genera una jerarquía donde se legitima
el uso de la violencia, simplemente por ver a otro que se viste, que se expresa
y habla de otra manera. Pero también la violencia se ejerce entre varones del
mismo grupo.
-¿En cuánto tienen
que ver las instituciones para legitimar estos discursos de aceptación de la
violencia masculina?
Muchas veces se habla de la responsabilidad individual y de
la responsabilidad institucional en relación a los cambios sociales y
culturales de la sociedad. Creemos que es muy importante que las instituciones
se empiecen a comprometer. En relación a los rugbiers acusados, sale un
entrenador de un club de Zárate, diciendo que “fue un accidente”, sale a
minimizar la situación.
Seguramente no vamos a llegar a todos los clubes en el país
con un taller de ESI (educación sexual integral), ni con la Ley Micaela, pero sí
es importante el compromiso de actores institucionales, entrenadores,
preparadores físicos, docentes, de la escuela como ámbito formal de educación y
promotor de subjetividad, para que no se naturalice que los varones deben jugar
a pegarse y si lo hacen las mujeres son “machonas”. Los rasgos de las
masculinidades puestos en otros cuerpos, nos llama la atención, pero los
varones que ejercen violencia, lo naturalizamos.
Los cambios tienen que ser transversales, con el compromiso
de las instituciones. Desde la Dirección Provincial de Masculinidades
trabajamos con el organismo provincial de Niñez con los servicios locales y son
importantes los cambios, aunque parezcan pequeños pero que van generando las
transformaciones que se necesitan, por ejemplo, cuando desde la escuela se
convoca a una reunión a las madres, porque ellas tienen el rol de cuidadoras.
Se debe convocar a los padres, involucrarlos, corresponsablizarlos en la
crianza de sus hijos.
Pocos varones cambiando conductas personales e individuales
no vamos a dar vuelta la tortilla, sino que es necesario que haya compromiso
institucional. Hemos sido educados en una única forma de ser varones y lo que
se busca no es imponer otra manera, la creación de un hombre nuevo, sino
habilitar múltiples posibilidades de habitar una identidad, ser varón desde
donde cada uno quiera, sin seguir manuales preestablecidos o lo que hacía mi
abuelo, mi padre... Ir desarmando esos modelos que, justamente, no tienen que
ver con el deseo de uno, sino con lo que veo en mi casa, en la publicidad, en
la escuela.
Espacios de consulta
La Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad
de Género en Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual
de la provincia de Buenos Aires, tiene una línea habilitada para asesoramiento
o espacio de escucha. El número es 221 602 4003, de lunes a viernes de 9 a 17
horas.
Por: Marcos C. Isla Burcez
