¿Qué es ser mujer?
A un año de la
movilización masiva del 3 de Junio bajo la consigna Ni Una Menos, contra los
femicidios y todos los modos en los que aparecen las violencias de género,
volvemos a convocarnos para salir a las calles a decir: ¡Vivas nos queremos!
Las cifras nos alertan
sobre la necesidad de seguir luchando: 286 femicidios en nuestro país durante el
2015 y 66 en los primeros 100 días del 2016. Los hechos más actuales son el femicidio
de Micaela (12 años), Gisela (18 años), el doble crimen de María Soledad y
Florencia, que aparecieron muertas en un Galpón de Ramos Mejía, la violación
entre ocho hombres –que están en libertad- a una adolescente de la comunidad
wichi que quedó embarazada, el caso de Belén, presa en Tucumán por un aborto
espontáneo, entre otros.
Pienso que dije
esto mil veces y cómo se puede hacer para que una consigna sea verdaderamente
significativa después de haber llenado las plazas de todo el país de mujeres,
hombres y niños y que un año después nos sigan matando. Pienso cómo el discurso
puede concretarse y transformarse en realidad en todos los rincones donde
existe una violencia machista. Pienso que estamos en el Siglo XXI y que
seguimos habitando una sociedad patriarcal, es decir, un sistema organizado
bajo la dominación del hombre (jefe de hogar: padre) hacia la familia: la
mujer, sus hijos (desde el origen del concepto también sobre los esclavos y los
bienes). Y creo que tenemos que cambiar ese modo de vincularnos si queremos construir
una sociedad igualitaria y más justa. Se me dibuja la palabra imposible. La
tacho porque pensar en cambiar el mundo es creer que esa palabra no existe. Y me
pregunto qué es ser mujer. Se me aparecen estas múltiples escenas:
Que la mujer nace
de la costilla del hombre, que cuando Adán y Eva pecaron, la serpiente castigó
al hombre con el sudor de su frente –trabajo- y a la mujer con el dolor del
parto. Que María parió a Jesucristo por obra del Espíritu Santo –virgen por
siempre, asexuada-. Que nos llamaron brujas. Que nos quemaron en la hoguera. Que
nuestras abuelas no estudiaron porque nuestros abuelos no las dejaron. Que
tenían que criar a los hijos y limpiar la casa. Que el color celeste no puede
ser tu preferido. Que llorar es de nena. Que nuestras madres nos enseñaron a
sentarnos como unas señoritas. Que “Eso no se toca”. Que el placer es masculino.
Que la masturbación te debería dar vergüenza. Que cuando tenía diez, un
conocido me sentó entre sus piernas para autosatisfacerse con mi cuerpo de niña
–no se alarmen, todas sufrimos algún abuso similar-. Que algún hombre se bajó
los pantalones adelante nuestro en la calle: desde un auto, una bicicleta, a la
salida de la escuela. Que de chica jugábamos a hacer panzas de embarazadas
porque las mujeres estamos destinadas a ser madres. Que vomitamos y ayunamos
para ser flacas y parecernos a la mujer de la pantalla. Que nos regalaron rosas
cuando manchamos de sangre la bombacha. Que un hombre nos gritó en la calle de
la mano de su hijo. Que un grupo de nenes nos tocó y después corrieron a
carcajadas. Que un señor nos mandó a lavar los platos mientras se escarbaba los
dientes. Que un amigo me aconsejó ser difícil. Que les gusta cuando callo
porque estoy como ausente. Que un novio me gritó puta cuando lo dejé. Que sufrimos
de histeria y de envidia del pene. Que Evita era puta y que viva el cáncer. Que
Cristina era yegua. Que tenemos un presidente que nos dice que a las mujeres
nos gusta que nos halaguen el culo. Que nuestro embajador en Panamá pidió
prostitutas. Que matan a mujeres pobres y ellas tienen la culpa porque les
gusta la joda. Que así vestida, cualquiera te viola. Que matan a mujeres ricas
y da lástima porque eran lindas. Que matan a mochileras porque se creen que son
libres y viajan solas. Que la culpa es de ellas por confiar en la gente. Que si
había un hombre con ellas no pasaba. Que matan a una nena de doce años. “¿Y vos
qué hiciste para que él te pegue?” Que las ricas abortan y las pobres se
mueren. Que un grupo de varones decide tu maternidad. Que vas presa si abortas
después de una violación. Que existe la trata de personas. Repito: la trata de
personas. Sobresalto: LA TRATA DE PERSONAS. Año 2016 y a alguien se le ocurre
que robar mujeres es un negocio, esclavizarlas sexualmente, explotarlas,
drogarlas, golpearlas, violarlas, asesinarlas. Que desaparecemos. Que aparecemos
en bolsas. Descuartizadas. Que alguien me dijo que el feminismo aburre. Que yo siempre
digo lo mismo. Que soy repetitiva. Que canso. Y yo digo: lo que se repite son
los femicidios. Lo que se repite son los sucesos, no las narraciones. Pero de
eso nos acostumbramos.
Alguna vez, el
filósofo Michel Foucault habló de biopoder para referirse a aquel que controla
la vida de las personas y las poblaciones, actuando sobre los cuerpos para
disciplinarlos. El cuerpo de la mujer es un blanco de poder colonizado para
seguir sosteniendo la ideología que nos somete en todos los ámbitos.
Mujer-revista, mujer-consumo, mujer-pantalla, mujer-madre, mujer-no deseante,
mujer-reprimida, mujer-sometida, mujer-objeto. Sobre todo este último, les da
derecho a matarnos porque eso se hace con los objetos: se compran, se poseen,
se usan, se rompen, se tiran.
En ese sentido, la
mujer no existe. No existe la mujer como cosa específica de ser mujer. Es
siempre una construcción del entramado cultural, económico y político de una
sociedad. La mujer es un efecto del poder y no un destino biológico. Un relato.
Lo mismo el hombre y su supremacía sobre nosotras. No se trata de propiedades
de los cuerpos y las mentes sino de la política. Hay que destruir esa
diferencia, ese binomio biopolítico que adjudica características a los hombres
y mujeres para separarlos, para que uno practique poder sobre otro. La mujer es
una persona.
Samantha San Romé
Cooperativa de
comunicación El Hormiguero
¡Ni Una Menos!
Revisado por
Marcos
en
10:24 a.m.
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