“La suerte de la fea”, una obra de Mauricio Kartún, nos transporta a la sórdida Buenos Aires, de inicios de siglo, cuando era ley el manoseo y la precarización laboral de artistas, más aún si se trataba de mujeres.
La obra fue presentada en el Cuerpos en Movimiento (CEM) de
la calle Frías 38, con la dirección de Leandro Carbone.
Discos antiguos rotos, un gramófono y una dama de dotes
inigualables para la viola, explotada y humillada hasta más no poder, dando a
conocer su arte desde el foso, para que la orquesta de primores, Nínive, siga
siendo el refugio de los hombres solos de Buenos Aires, las que despiertan las
más bajas pasiones, penas y locuras, de la que hablan las letras de los tangos.
Es un lugar oscuro el que nos plantea la protagonista,
Romina Legnani (excelente interpretación), hablando con el empresario,
Ferradís, echándole en cara su explotación, las burlas, lo poco que le paga,
así como la extraña relación que la une con Yolanda, una de las actrices del
escenario, la que poco a poco se apropia del talento de la verdadera artista,
si bien no sabe tocar una sola cuerda de la viola.
Es un diálogo fuerte y pesado, no exento de algo de humor
que despierta la sonrisa del espectador, ya de por sí abrumado por el contexto y
el discurso. Por momentos es tenebroso que el clima denso y oscuro ayuda en la
trama. En el monólogo, parecen dos personas hablando si nos remitimos a las
sombras que provocan las luces del escenario.
Es una obra reivindicatoria, una denuncia contra la
explotación laboral, contra los estereotipos de género y plantea la soledad,
que llevan a un final desconcertante y que provoca a la sorpresa a quien ha
observado la trama desde el inicio.
Sin duda que el reestreno fue auspicioso en todo sentido, ya
había despertado buenos comentarios en las primeras presentaciones hasta que la
pandemia lo interrumpió todo, pero parecería que quienes hicieron la obra,
estaban guardando todo el talento y la polenta para cuando se reencontraran con
el público.
Marcos C. Isla Burcez.
